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Queremos incorporar un perro a nuestra vida cotidiana, pero tenemos dudas: no sabemos qué tipo de animal nos conviene más.  ¿Cuál encajará mejor en nuestra familia?

Hace unas décadas era normal ir al veterinario para que asesorara a la familia respecto a estos temas. Dependiendo del espacio disponible, el tiempo que pudiéramos dedicarle, los gastos que hubiera que afrontar: vacunas, piensos, etc., el veterinario podía guiarnos en este proceso.

Tener un animal de compañía es algo importante y que merece una detenida reflexión antes de dar el paso. Como hemos explicado muchas veces, no se trata de ser dueño sin más ni más sino de ejercer una tenencia responsable hacia nuestra mascota.

Tener un perro puede darnos muchas satisfacciones pero también implica una serie de obligaciones que debemos estar dispuestos a asumir.

¿Adoptar un perro o comprarlo?

Otro aspecto que hay que pensar detenidamente es si decantarse por la adopción o por la compra de un perro. Ante esta disyuntiva hay que pararse a pensar y tener en cuenta, por ejemplo, que en España, año tras año, se abandonan más de 100.000 animales de compañía.

Con este dato, es razonable que nos decantemos por una adopción responsable, e incluso si te encuentras un perro y lo recoges de la calle te lo agradecerá. No obstante, la elección está ahí.

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¿Cómo elegir la raza de mi perro?

En función del tipo de vida que uno lleve, del tipo de familia, y de si hay niños pequeños en el hogar, hay una serie de razas que se pueden adaptar mejor a tus necesidades que otras. También depende del carácter que busques en ese animal.

  • Los terrier son animales pequeños pero con niveles alto de energía, inteligentes.
  • Los perros tipo bulldog inglés/francés son activos y curiosos y no tienen un nivel de energía tan alto.
  • Carlino y Basset son razas más sociables con personas y otros animales.

Cada raza tiene sus características.

Por este motivo antes que comprar, adoptar o quedarse con un perro o cualquier otro animal tienes que pensar que se trata de un ser vivo. Si no puedes tenerlo o tratarlo como se merece, por falta de espacio, tiempo, y sobre todo de ganas, la mejor opción es renunciar a tenerlo. Si no, pasa lo de siempre: se produce el abandono.