La parvovirosis canina es una enfermedad infecciosa altamente contagiosa causada por un virus muy estable en el ambiente, lo que favorece su propagación entre la población canina, puesto que es resistente a la mayoría de desinfectantes.
Transmisión de parvovirosis canina
La transmisión es fecal-oronasal; esto es, que se transmite por olfatear heces de perros infectados. Esta es la razón principal por la cual los veterinarios recomendamos no sacar a los cachorros a pasear a la calle hasta que lleven todas sus vacunas, ya que ésta es la única forma de protegerlos. Como cualquier virus, existen muchas cepas, cada vez más virulentas y por eso estamos documentando infecciones en animales cada vez más mayores e incluso vacunados.
El periodo de incubación (tiempo que transcurre desde que el animal contacta con el virus hasta que comienzan los síntomas) es de 3 a 7 días, por lo que es necesario tener al cachorro en casa mínimo una semana antes de comenzar las vacunas, para evitar administrárselas durante este periodo. Si transcurrido este tiempo nuestra mascota no presenta ningún síntoma podremos estar tranquilos y valorar si tiene la edad indicada para empezar/continuar con la pauta vacunal.
Los perros de cualquier raza y edad son susceptibles de padecer la enfermedad, aunque existen evidencias de que los animales más sensibles son los cachorros entre las 6 semanas y los 6 meses de vida. Se postula que los animales de raza son más sensibles, y en concreto, Rottweiler, Doberman, Pinscher y Pastor Alemán.
La mortalidad ronda el 70% en cachorros, aunque este valor varía mucho en función de la cepa, la edad y peso del animal y sobre todo, el estado del mismo en el momento de su detección. Generalmente, los animales presentan un cuadro de vómitos, anorexia y diarrea que suele ser sanguinolenta. Puede acompañarse de fiebre en los casos más graves. A consulta suelen acudir animales muy debilitados, tras varias horas con cuadro de vómitos y diarreas y sin querer comer.
Existen kits comerciales de diagnóstico rápido de parvovirosis canina mediante muestra de heces, que pueden determinar si el agente causal del cuadro que presenta nuestra mascota es el parvovirus. Son muy específicos, aunque pueden dar falsos negativos en caso de infecciones muy agudas o en los estadios finales de infección.
En caso positivo, el animal necesita ser ingresado en un hospital veterinario para administrarle sueroterapia intravenosa durante el proceso, dado que no podrá ingerir ni agua ni alimento por la presencia constante de vómitos. El virus es eliminado al ambiente en forma de diarrea abundante, lo que aumenta la pérdida de fluidos. Los animales suelen fallecer por deshidratación, de ahí la importancia de administrar fluidos desde el momento de su detección. Cuanto más temprana, mejor pronóstico. Además se administran protectores gástricos, antieméticos (para intentar controlar los vómitos), antibióticos y antipiréticos en caso de que haya fiebre, pero todo de forma inyectable puesto que son pacientes que no toleran ningún medicamento vía oral.
Como ya hemos dicho, el pronóstico es reservado y depende de muchos factores, pero el cachorro debería permanecer ingresado hasta que cesen los vómitos y comience a tolerar líquidos o alimento blando vía oral.
La prevención de la parvovirosis canina
La prevención es fundamental a la hora de evitar esta enfermedad tan grave. Por eso, debemos seguir los consejos de nuestro veterinario cuando adquiramos un cachorro, no sacarlo a la calle hasta un par de semanas después de la última vacuna, seguir el protocolo más adecuado para cada caso, desparasitar a los cachorros antes de vacunarlos y asegurarnos de que se encuentran en buen estado de salud antes de llevarlo a cabo, respetando los periodos de incubación. La única forma de eliminar el virus en el ambiente es la desinfección con hipoclorito sódico (lejia) diluido en agua.
Ante cualquier duda o síntoma inicial en un cachorro, no dudéis en contactar con vuestro veterinario.