Convulsiones

Cualquier animal, sea cual sea su especie, edad, sexo o raza, puede padecer convulsiones en un momento determinado de su vida. En el caso de que eso ocurra en casa, el dueño debe intentar estar tranquilo y transmitir calma a su mascota. No es necesario que el propietario realice ninguna maniobra específica, simplemente debe evitar que el animal sufra algún tipo de traumatismo secundario.

Etapas clínicas de las convulsiones

Las convulsiones se componen de tres etapas clínicas, y saber reconocerlas puede resultar de gran ayuda. El aura es la manifestación inicial que puede durar desde minutos hasta horas durante los cuales el animal generalmente muestra cambios de comportamiento. El periodo crítico es el momento en el que se producen las convulsiones, que se manifiestan por tonos o movimientos musculares involuntarios que puede durar desde segundos a pocos minutos. El periodo post-crítico transcurre inmediatamente después y el animal puede estar desorientado, presentar un comportamiento anómalo, ceguera transitoria, micción o defecación inadecuada…

Tipos de convulsiones

Existen dos tipos de convulsiones:

–          Parciales: rigidez o movimientos involuntarios en zonas musculares localizadas (pueden afectar solo a una extremidad, al cuello…) sin pérdida de consciencia o presencia de comportamientos como “mordiscos al aire”, chillidos sin causa aparente…

–          Generalizadas: son las más frecuentes en nuestras mascotas y se caracterizan por disminución de la consciencia acompañados de rigidez o espasmos que afectan a todo el cuerpo del paciente

Causas

Las causas de la aparición de convulsiones en un animal son muy variables: podemos clasificarlas como biológicas (causadas por determinados agentes infecciosos como hongos, bacterias, parásitos o virus que afectan al sistema nervioso central como el virus del moquillo, toxoplasmosis…), tóxicas (envenenamientos, ingestión accidental de determinados fármacos…), traumáticas (accidentes graves que afecten a la zona de la corteza cerebral), metabólicas (alteraciones hepáticas, hipoglucemia…) así como malformaciones en animales jóvenes o daños degenerativos en animales de edad avanzada (isquemia, trombosis, embolias…). En el caso de no poder determinar el agente etiológico, se denomina epilepsia idiopática o primaria (relativamente frecuente en perros pero muy poco común en gatos).

Diagnóstico

El objetivo de la evaluación diagnóstica en un animal con convulsiones es intentar determinar la causa, evaluar el pronóstico y establecer si es necesario administrar medicamentos antiepilépticos para el tratamiento. La mayoría de perros son normales en la exploración, lo que dificulta la actuación veterinaria. En un perro con un historial de convulsiones debe intentarse determinar si las convulsiones recurrirán y si existe un a enfermedad subyacente más grave. Para ello suele ser necesario realizar una analítica de sangre general y una específica neurológica, que permita descartar determinados agentes infecciosos que podrían ser los causantes de las convulsiones. También existen pruebas de diagnóstico por imagen (radiografía, TAC, resonancia magnética acompañadas incluso del análisis de líquido cefalorraquídeo). Según la edad del paciente, evolución en la aparición de los síntomas, exposición al medio ambiente (por la posibilidad de contagio de ciertas enfermedades o de intoxicaciones), el veterinario determinará el protocolo diagnóstico ideal para casa caso.

Tratamiento de las convulsiones

El tratamiento, como en la mayoría de las enfermedades, tanto humanas como animales, debe ir encaminado a solucionar la causa. En caso de que la misma sea algún agente infeccioso el veterinario instaurará el tratamiento oral específico vía oral. Si se trata de una intoxicación puede estar indicado un lavado gástrico bajo sedación si la ingestión es reciente. La mayoría de los procesos se pueden resolver, o al menos tratar. En caso de malformaciones graves o degeneraciones muy avanzadas el pronóstico es peor.

En caso de que no sea posible determinar el agente causal o cuando pese a tratar dicho agente el paciente continúe sufriendo convulsiones, deberemos instaurar un tratamiento antiepiléptico. El objetivo principal es controlar las convulsiones, puesto que llegar a eliminarlas completamente suele ser bastante complicado. Debemos intentar reducir el número, la frecuencia y la intensidad de las mismas. El propietario debe saber que el tratamiento puede ser de por vida, diario y que deberán realizarse evaluaciones con frecuencia, que pueden producirse situaciones de urgencia y que los fármacos tienen un riesgo inherente. Todos estos factores deben valorarse antes de comenzar el tratamiento, y encontrar un equilibrio entre la existencia de convulsiones y la aparición de posibles efectos adversos.

Se trata de un proceso complejo, que puede llevar de cabeza al propietario y veterinario durante un tiempo hasta poder llegar a un estado libre de convulsiones sin efectos adversos inaceptables. Es por esto, que mientras el perro esté estable deberemos tener paciencia y analizar cada caso de forma independiente. En el caso de que el perro presente ataques muy frecuentes o de una duración excesivamente alta, puede hacerse necesaria su hospitalización.

El propietario responsable de cualquier mascota debería acudir al veterinario ante el primer síntoma relacionado que presente su animal, que será sometido a una exploración física exhaustiva y, se valorará la conveniencia de realizar pruebas diagnósticas. Cuantos más ataques haya sufrido un paciente antes de su diagnóstico, peor será el pronóstico.